Los negocios que pudieron empezar a funcionar este lunes fueron contados y lo hicieron «pensando en un futuro incierto»
Más que abrir para vender lo que no vendieron en el último mes y medio, lo hicieron para ver qué pasa. Con los dedos cruzados y con miedo a lo que vendrá. Sin saber cuándo podrán volver a contar con empleados, cómo pagar los créditos o en qué momento podrán hacer la caja que hacían en marzo, antes del estado de alarma.
Peluquerías, ópticas y bazares fueron los más afortunados en este primer día de apertura. Funcionaron y vieron desfilar clientes durante prácticamente todo el día. Quien más y quien menos necesitaba una pila para el reloj, una montura para sus gafas que se rompieron o cortar ese pelo que alcanzaba ya los hombros. Fueron los negocios que, sin echar cohetes, mejor les fue. Al resto, no tan bien. De hecho, eran contadas las tiendas que abrieron. Una minoría. Pasear por la calle Real, por ejemplo, zona eterna de compras, era echarse las manos a la cabeza. «Aquí pagamos grandes rentas, tenemos muchos empleados y este mes y medio cerrados nos cae como una losa. Creo que muchos no podrán volver a abrir y los que lo hacemos, tardaremos muchos meses en recuperarnos», confesaba Emilio García-Cuesta, propietario de Lápiz blanco.
Todo el que abrió este lunes respondía lo mismo. Que el parón o el cierre fue una hecatombe para el pequeño comercio, que muchos se vieron obligados a adelantar el dinero de los ERTEporque el Gobierno se retrasó, que en las circunstancias en las que se trabaja -mantener 48 horas en cuarentena la ropa o el calzado que se prueba la gente- les supondrá más pérdidas, o que recuperar al cliente que se fue a las tiendas online será muy complicado.
La inmensa mayoría que decidió abrir lo hizo sin empleados. El jefe frente a todo. Sin saber cuándo necesitará a los trabajadores que tuvieron que irse a sus casas. «Porque una cosa es que te permitan funcionar, con todas las medidas sanitarias, y otra muy distinta es saber cuándo voy a tener un volumen de negocio que me permita volver a pagar un sueldo», decía Eugenia Vilas, de Tejidos Vilas.
«No sé cuándo voy a poder contar con la empleada»
Lily Costa tiene una pequeña tienda de arreglo de ropa. Cuando supo que podía abrir, no se lo pensó. «Fue demasiado largo y muchos momentos de miedo a lo que podía pasar. Pero ahora, más que nunca, no puedo relajarme», dice. Cuando se impuso el estado de alarma, quedaron muchas prendas sin poder entregar a sus dueños y este lunes fueron todos en tromba. Se considera «una persona muy positiva», pero lo que en estos momentos más le preocupa es saber cuándo va a poder contar con su empleada. Su tienda es muy pequeña y no pueden estar dos personas. Y además, atender a la gente. Ahora lo hace tras un mostrador en la puerta. Lo mejor, «es que trabajo no me falta».
«No paramos de vender pilas y afeitadoras»
El bazar Lagares, en Rúa Nova, tuvo colas frente a su puerta durante todo el día. Fue abrir y «encher». Fue un gran día para María Gajino. Ya no por las ganas que tenía de volver a funcionar, sino por lo bien que le fue la jornada. «No nos esperábamos que fuese así. Pensábamos que iríamos poco a poco», dice; si bien reconoce que todavía queda mucho para recuperar el volumen de negocio que tenían antes del estado de alarma. El bazar es especialista en venta de material electrónico y relojes. Pero lo que más se despachó fueron pilas para todo tipo de aparatos y máquinas de cortar la barba o el pelo, cuenta María. «Son artículos que tras el cierre se convirtieron en productos de gran necesidad».
«Como buen superviviente, uno no se puede venir abajo ahora»
North Vivor es una tienda de artículos de supervivencia y es la única de Galicia que organiza cursos de este tipo. Roberto Orosa y su socio inauguraron su negocio «dos semanas antes de que se decretase el estado de alarma» y este lunes no se lo pensó ni un minuto. «Había que abrir. Aquello que hicimos con tanta ilusión y ver que cerrábamos sin saber fecha de vuelta fue un golpe moral muy fuerte». Pese a todo, no les ha ido mal. La venta online funcionó estas últimas semanas y Roberto trabajaba ayer en reponer lo vendido en Internet. Ahora que pasó lo peor del temporal, «como buen superviviente, uno no se puede venir abajo. Hay que pensar cómo mejorar. Para sobrevivir, lo más importante es que la cabeza funcione. Es lo primero que aprende un superviviente que queda abandonado herido en un bosque. Si no haces nada, te mueres».
O Resumo Edición Nº 412 - 8 de Mayo de 2020
Fuente: lavozdegalicia.es 5.5.2020
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