La divisa única tocó ayer momentáneamente la paridad para luego recuperarse
La pregunta no era si acabaría sucediendo o no, sino cuándo. Y ocurrió ayer. Veinte largos años después de la última vez, y durante días coqueteando con esa posibilidad, el euro volvía a valer este martes lo mismo que el dólar, tras haberse depreciado frente a este casi un 14 % desde principios de año.
Varias son las razones que explican esa pérdida de fuelle de la moneda única que ha cristalizado en la paridad de ambas divisas. Primero, la diferencia de ritmo que están imprimiendo los bancos centrales que las respaldan a las subidas de tipos con las que buscan poner coto a una inflación galopante que horada el consumo de los hogares y las inversiones empresariales y amenaza con desembocar en otra recesión. Y eso, cuando todavía supuran las heridas de la anterior y la economía no ha logrado sacudirse aún el yugo de la pandemia. Mientras que la Reserva Federal (la máxima autoridad monetaria estadounidense) está siendo mucho más audaz —los acaba de incrementar en tres cuartos de punto, el mayor alza en 28 años—, el BCE todavía no ha movido ficha.
Ha anunciado que lo hará. La próxima semana. Y que la subida será de un cuarto de punto. ¿Por qué esa prudencia? Fundamentalmente porque ha de velar también por que no se le desboquen las primas de riesgo de los países más endeudados, como es el caso de España. Algo que ya sucedió en la anterior crisis y que a punto estuvo de echar por tierra el proyecto europeo.
¿Y por qué benefician unos tipos más altos al dólar? Pues porque con el dinero más caro, los inversores se animan a colocar el suyo en activos denominados en esa moneda, lo que le da alas frente a otras divisas. Además de ese paso más acelerado de la Reserva Federal en la normalización de la política monetaria, al dólar le beneficia su condición de valor refugio en tiempos de crisis como los que barrunta el mercado que se avecinan.
Dependencia energética
Pero eso no es todo. Ni mucho menos. Porque, además, Europa vive en sus carnes un conflicto bélico, lo que la hace más vulnerable al impacto económico de este. Sobre todo, en términos energéticos, con los precios disparados, rehén como es de Rusia en ese capítulo. Está pagando caro —literalmente, también— su elevada dependencia del gas procedente de aquel territorio. Un combustible vital para calentar sus hogares y alimentar su industria.
Con todo, tiene la debilidad del euro sus pros y sus contras. Ahora mismo, más de los últimos que de los primeros. Sobre todo, por lo que presagia: otra crisis en el horizonte. Cierto es que si el euro vale menos, los productos europeos resultan más baratos y eso puede impulsar las exportaciones y estas, a su vez, tirar de la economía. También animará a los turistas que visiten Europa a gastar más dinero aquí. Sobre todo a los procedentes de Estados Unidos.
Combustible para la inflación
Cierto, sí; pero no lo es menos que resulta un triste consuelo cuando uno cae en la cuenta de la cruz de la moneda (nunca mejor dicho): las importaciones nos saldrán más caras.Preocupante en medio de una crisis energética como la que trata de conjurar el Viejo Continente. Porque la mayoría de las materias primas se pagan en dólares. El petróleo y el gas, desde luego, pero también las que usan las industrias europeas para fabricar sus productos, que tendrán que encarecer si no quieren perder dinero. Más leña al fuego de la inflación.
O Resumo Edición Nº 512 - 15 de Julio de 2022
Fuente: lavozdegalicia.es 12.07.2022
Comments