Entre el aeropuerto internacional de Newark y el río Passaic, a media hora en tren desde Penn Station en Manhattan, está el distrito Ironbound, conocido en New Jersey como la zona más viva de la ciudad para ir a comer, cenar, y de bares. Un ambiente sin duda originado por la variedad de habitantes que han pasado y aún viven en sus calles, de casas bajas, de madera y ladrillo.
Los primeros que ocuparon este barrio, cuyo nombre proviene de la industria metalúrgica y la red de ferrocarril que la rodeaba, fueron los alemanes, en el siglo XIX, seguidos de los polacos y los italianos. Quizá por eso David Chase decidió que debía ser el barrio de nacimiento de nuestro querido Tony Soprano. A principios del siglo XX empezaron a entrar los portugueses, seguidos, sobre todo a partir de los años treinta, de sus vecinos en la Península: los gallegos. Ironbound empezó a ser conocido entonces como Little Portugal y también (aunque no les igualaban en número) como Little Galicia.
No se sabe con seguridad cuántos gallegos llegaron a vivir en la zona. Durante los años sesenta y setenta, la época más fuerte de inmigración, hablan de que rondaría los diez mil gallegos, de los que en su mayoría ocuparon los trabajos más duros: construcción y en el puerto de Newark. Pero según mejoraban su situación, muchos iban yéndose del barrio. Por eso tampoco se sabe cuántos gallegos quedan aún en Ironbound. “Muchos, muchos”, dicen en el Centro Orensano, el club donde aún se reúnen y del que hay que ser socio para poder comer entre semana o disfrutar de su bar. “Pero no sé cuántos. Y todos somos gallegos, sí, sí”.
AQUÍ SE VIENE A COMER
En los últimos 30 años, la población de Ironbound ha cambiado. Atraídos por los idiomas predominantes, empezaron a instalarse en la zona brasileños, seguidos de ecuatorianos, mexicanos… La calle central del barrio, Ferry Street, está llena de pequeños comercios y bares latinos o panaderías que venden pao de queijo (Teixeira Bakery), y los carteles están en inglés, español y portugués. Pero aún encuentras panaderías, como Delicia’s, con un letrero en la puerta que dice: “Hay empanada gallega”. Servida en raciones. “De carne, bacalao, pollo y carne”. O entera por encargo.
En las mesas de Delicia’s (hermanada con el restaurante y lounge español,Vivo) predomina el acento mexicano, pero en una mañana de sábado aún hay un grupo de gallegos comiendo empanadas no gallegas. Ironías. Quizá la Pequeña Galicia sea mucho más pequeña que hace 30 años, pero aún tiene la mayor concentración de restaurantes gallegos de New Jersey y Nueva York (donde Casa Galicia, le haría la mayor competencia).
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Mompou, un local de inspiración española
Está el Club España, donde (¡milagro!) te ponen una tapa de lentejas al pedir una Estrella. Y mientras esperas la comida (chorizo, pulpo…) aún saldrá la cocinera con otro aperitivo gratis (costumbre desconocida para los estadounidenses). Además de ser restaurante y bar, funciona como club social, con clases de flamenco y un equipo de fútbol. En este barrio el fútbol (soccer para los americanos) es el deporte oficial.
Otros clásicos de la zona, son Spain Restaurant (abierto desde 1978) y sus langostas gigantes. Spanish Tavern, también en Newark desde los años 70, y que se basa en algo muy sencillo y muy gallego: “Buena calidad y buena cantidad”. Todos estos son restaurantes con grandes salones, buen servicio y carta llena de platos familiares (con alguna concesión al paladar americano, dips o salsas para mojar con los fritos, por ejemplo) y nombres que no se avergüenzan del cliché español: Fornos of Spain, Spanish Sangria,Don Pepe, Chateau of Spain, Spain 92…
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Spanish Tavern: buena cantidad y calidad
Y entre todos estos clásicos, un infiltrado no gallego, que también es una institución en el barrio: la Casa Vasca, regentado por la familia Aurre desde los años 70, donde se come bacalao al pil-pil o merluza a la vasca. “Pero a veces también tiene empanada gallega”, dicen en el Centro Orensano.
La comida española, de base gallega, que sirven estos lugares atrae a curiosos gourmet de Nueva York, por eso todavía abren nuevos establecimientos, con propuestas más modernas y fusión de otras cocinas, como Catas y sus palitos fritos de queso manchego y Mompou y su tortilla Herminia.
Además de ponerse ciego de rica comida gallega, en Ironbound aún quedan restos culturales de los primeros gallegos que se instalaron allí. En la iglesia del Inmaculado Corazón de María están las Catacumbas de San José, construidas en los años treinta, y con estatuas de cera de santos que se encargaron en España.
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Marisco en Spanish Tavern
O Resumo Edición Nº 344 - 26 de Octubre de 2018 Fuente: traveler.es
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