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BEATRIZ DOLDÁN MONTES.

Lic. en Gerencia y Administración de Empresas. Desde el 2003, trabaja en la Consejería de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social de la Embajada de España en Uruguay. “ Siempre optimista como el emigrante”


Al recibir la propuesta de la Asociación de Empresarios Gallegos del Uruguay (AEGU) de participar en las historias de vida, lo primero que me vino a la mente fueron los grandes aprendizajes de ser descendiente de emigrantes, gallegos en mi caso, que han sembrado y marcado una gran diferencia en los valores, la familia y el trabajo. Sinceramente creo que la verdadera historia a contar es la de mis padres, para luego a partir de allí, comprender la mía propia.


Soy hija de Manuel Doldán Pet, quien nació en La Trabe, parroquia de Tella en Puenteceso, y de María Esther Montes Zás, hija y nieta de gallegos. Mi abuelo paterno, Rafael era oriundo de Corme y mi abuela Manuela de Tella. Por parte materna, mi abuelo Manuel era de Luou – Teo – Santiago de Compostela y mi abuela materna de Suevos – La Coruña. 

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Mi padre, Manuel, o Manolo como todos le decían, era el tercero de cuatro hermanos varones. Nació un 27 de agosto de 1938 y desde chico trabajó ayudando a su padre en el reparto de correspondencia, dado que mi abuelo tenía la oficina de correos. Emigró un 23 de agosto de 1955, con solo 16 años, e inmediatamente al llegar a Uruguay comenzó a trabajar en la gastronomía. Como muchísimos inmigrantes, a base de tesón y sacrificio, tuvo la posibilidad de tener a lo largo de su vida diferentes negocios, siendo el principal el Bar Brasil ubicado en Avda. Brasil 2552 y Brito del Pino (Montevideo). Dueño de su corazón, este negocio fue el que lo acompañó durante muchos años hasta el día que se jubiló.

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Las vueltas de la vida hicieron que en casa de su hermano mayor, conozca a mi madre con quien se casó un 7 de abril de 1962. Tuvieron cuatro hijas mujeres, Gabriela, Alicia, Beatriz y Magali. Mi madre trabajó como maestra, profesora de geografía y terminó su vida laboral como directora de escuela.

Mis padres estuvieron siempre vinculados activamente a la colectividad gallega, donde sus tradiciones eran vividas a diario. Recuerdo de pequeña que en mi casa siempre se escuchaba música española, en especial la gallega y la zarzuela.

En uno de los viajes que realizaba mi padre para visitar a los suyos en España, trajo dos gaitas con la idea que sus hijas aprendieran a tocarla. Comenzamos a tener clase con Celestino Pichel y terminamos formando el grupo de gaitas “Hermanas Doldán”. Nuestra primera actuación fue en el Centro Gallego teniendo 6, 8 (yo), 10 y 12 años de edad. Gabriela y Alicia, las mayores,  tocaban la Gaita, Magali, la menor, el bombo, y yo el redoblante. A su vez, Magali y yo acompañábamos cantando.


Esa época la recuerdo con mucho cariño, nos permitió difundir la música gallega, aplacando la “morriña” de quienes no habían vuelto a escuchar el sonido de la gaita desde su infancia. Me resulta imposible indicar el número de actuaciones que realizamos en las distintas Instituciones españolas. Los valores familiares que nos inculcaron quizás hayan sido la razón principal de nuestra alegría y satisfacción siempre que actuábamos en el Hogar Español. Ver a aquellos abuelos, muchos de ellos precarios de salud, tararear, moverse y llorar de alegría, realmente es indescriptible.


Participamos como conjunto de gaita en la semana de la Hispanidad celebrada en la Paloma (depto. Rocha) en los años 1987, 1988 y 1989 y en escenarios de todo el país. Actuamos ante autoridades uruguayas y españolas. En el año 1989, el Patronato Da Cultura Galega nos otorga el premio “Viera de Prata” por nuestra colaboración en pro de la cultura gallega.

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También desde muy chica, inicié estudios de danza gallega en el Centro Gallego de Montevideo, complementándolo con flamenco. Formé parte de los cuerpos de baile de dicho Centro, así como del Centro Pontevedrés, y del Centro Deportivo y Social de Bolos Valle Miñor, hasta mis 18 años.


En el año 2002 mis hermanas y yo participamos en el programa “Galicia Para el Mundo”, difundido por la TVE Internacional sobre los gallegos en el Uruguay.

Mi padre, a pesar de ser gallego y de otra época, no era para nada machista. Recuerdo que muchas veces le decían “que pena que no tuviste ningún hijo varón”, y él siempre respondía, “yo nunca voy a estar solo, las mujeres siempre traen a sus familias”. Y efectivamente así sucedió.


Como emigrantes, mis padres siempre hicieron énfasis en la importancia de los estudios. Una frase que me quedó grabada a fuego de mi padre fue “tienen que estudiar y trabajar para nunca depender de un hombre, siempre poder valerse por ustedes mismas”. Luego de terminar los estudios secundarios, realicé en la Universidad O.R.T la Licenciatura en Gerencia y Administración de Empresas, a nivel de idiomas estudié Francés, Inglés e Italiano, y complementando la gaita y redoblante con piano y solfeo. Hasta el día de hoy es que continúo estudiando por vocación, lo que sin duda me ha permitido avanzar humana y profesionalmente.


Comencé a trabajar a los 18 años desempeñándome en diferentes empresas, sin dejar de ayudar en mayor o menor medida en los negocios de mi padre. En el año 2003 tuve la fortuna de unirme al plantel de la Consejería de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social de la Embajada de España en Uruguay.


Paralelamente, soy Secretaria del Centro Gallego de Montevideo, Secretaria de la Asociación Amigos del Camino de Santiago en Uruguay, Consejera del CRE (Consejo de Residentes Españolas en Uruguay) y Consejera por Uruguay en el Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior que sesiona en Madrid.

Mi contacto con AEGU se inicia en el año 1991 acompañando a mi padre que era socio. Años más tarde, al conocer las bondades de la Institución, me inscribí también como socia.


A nivel personal, logré conformar una preciosa familia ensamblada, como se suele decir hoy, compuesta por mi  hija Maite Canedo de 16 años,  mi esposo Juan Carlos Bugallo, quien también es descendiente de gallegos puesto que su familia paterna es de Pontevedra, y su hija Lucía de 20 años.


No quiero despedirme sin antes agradecer a AEGU, representada en esta oportunidad por Elvira Domínguez y Patricia Arijón, al brindarme la oportunidad de compartir mis orígenes y vivencias.

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