Ex Presidente de AEGU, Gallego, Emprendedor, Empresario.
"Es gracias a ellos ...(Esposa e Hijos)... y al ejemplo que recibí de mis padres y hermano que siento que puedo seguir haciendo cosas"...
Mi nombre es Celestino Duarte Ares, hijo de Celestino y de María (Maruja) y hermano menor de José Ramón. Nací en agosto de 1957 en una aldea que se llama Sande (na aldea de abaixo), en la Parroquia de Carcacía, Consello de Padrón, Provincia de A Coruña. La casa donde nací todavía mantiene sus anchas paredes de piedra intactas, aunque ahora su techo es de hormigón y se utiliza como depósito.
Mi padre era de una aldea cercana llamada Rial do Mato, en Raris, Consello de TEO y mi madre, a pesar de que nació en Cuba ya que sus padres habían emigrado a la isla y volvieron cuando ella era una niña, vivió siempre en Sande.
Las condiciones de vida de la gente del campo en aquella época eran muy difíciles, es así que en el año 1958, cuando todavía no había cumplido un año de edad , mis padres, mi hermano y yo vinimos a Uruguay en un barco llamado Yapeyú, cuando llegamos al puerto de Montevideo nos esperaba una tía quien nos había reclamado y que ya nos había alquilado una pieza en una pensión de la calle Maciel, en la ciudad vieja, allí nos instalamos y al poco tiempo Papá comenzó a trabajar en el restorán Morini, que estaba cerca del Teatro Solís y Mamá armó su tallercito de costura en la misma pensión.
Y allí transcurrió nuestra infancia, entre la escuela Portugal, que estaba a media cuadra de casa, la vereda donde jugábamos a la bolita y al trompo y el campito, al lado del mar, donde jugábamos a la pelota. En aquella época la ciudad vieja estaba llena de emigrantes españoles e italianos y era un barrio tranquilo y de gente trabajadora, donde los vecinos en la tardecita, sacaban sus sillas a la vereda y se ponían a conversar.
Por aquellos años todavía se podía ahorrar algún dinero y mis padres pudieron comprar un bar en la calle Gonzalo Ramírez y Yí (ahora Carlos Quijano), estaba frente al corralón de los camiones de basura y se llamaba “El Tesoro” porque se suponía que por la zona estaba enterrado el tesoro de la familia Masilotti.
Recuerdo a mi padre siempre con su saco blanco y detrás del mostrador donde durante muchos años llegó a trabajar 16 horas por día y, a mi madre pedaleando la máquina de coser con sus agujas prendidas de la solapa, o encorvada sobre su costura con aguja y dedal en su mano. Así pasaron la mayor parte de su vida en Uruguay, los únicos momentos libres eran los domingos, y ese día se reunían con sus amigos, todos gallegos, a jugar a las cartas y comer, generalmente caldo gallego, con papas, grelos, unto y trozos de cerdo (comida que hoy extraño mucho).
Siguiendo su ejemplo de sacrificio, mi hermano hizo su carrera trabajando de noche como guarda en una cachila de CUTCSA, de esas en las que se subía por la plataforma que tenían detrás, elegía el turno de la noche porque al haber poco movimiento podía estudiar en el ómnibus y de día iba a facultad, así se recibió de médico y ahora es un reconocido ginecólogo en la ciudad de Carmelo y sus alrededores.
Yo hice al revés, trabajaba de día en la administración de una empresa constructora y de noche estudiaba en el Instituto de Enseñanza de la Construcción (IEC) de la UTU y me recibí de Técnico Constructor. Cuando se terminó el boom de la construcción, a principios de los años 80, la empresa cerró y comencé a trabajar en la administración de una empresa argentina de transporte de valores que recién se instalaba en Uruguay llamada Juncadella y Musso y, que con los años se transformaría en la española Prosegur, en esa empresa trabajé durante 28 años y con el tiempo, acompañando su crecimiento en Uruguay, ocupé diferentes cargos: Controller, Gerente de Administración y Finanzas, Gerente de Logística y Seguridad y Gerente de Operaciones y Tesorería.
Mantengo muy buenos recuerdos de esa empresa que me dio muchas oportunidades y donde aprendí muchas cosas, todavía tengo amigos de esa época con los que nos juntamos periódicamente a comer algún asado y recordar viejos tiempos.
En el año 2009 volví a lo que realmente me gusta, la construcción. Comencé a comprar casas, a reformarlas y luego venderlas o alquilarlas. Paralelamente con un grupo de amigos de AEGU, colaboramos en el armado y puesta en práctica de varios proyectos que están funcionando actualmente: estación de servicio, empresa de servicios financieros, hotelería y más recientemente en un desarrollo inmobiliario.
Me vinculé a AEGU hace muchos años gracias a una sugerencia de mi hermano. Al principio solo concurría a alguna charla o curso y no conocía a mucha gente hasta que Antonio Ríos asume como Presidente y me invita a integrar la Comisión Directiva. Desde ese momento comencé a vincularme con otros socios y a intervenir en todas las actividades que se organizaban, formé parte de varias Comisiones Directivas y en el período 2015-2016 tuve el honor de presidir esta querida institución.
Creo firmemente que AEGU es un generador de oportunidades, solo hay que involucrarse, participar, colaborar, aportar sugerencias, de esa manera es posible vincularse con personas que tienen nuestros mismos objetivos. Esto es particularmente importante para los socios jóvenes que quieran desarrollar un emprendimiento.
Cuando Antonio Ríos era Presidente del Hogar Español de Ancianos también me invitó a formar parte del Consejo Directivo, desde ese momento, hace varios años, integro la Directiva de una institución que por la importancia de la labor que realiza, debe ser apoyada por todos los españoles. Es importante acercarse al Hogar, conocer su realidad y colaborar en la medida de las posibilidades de cada uno.
Estoy felizmente casado desde hace 30 años con Cecilia Montenegro, nieta de un gallego de Cariño, bien al norte de Galicia en la Ría de Ortigueira, ella es Médica Laboratorista e Inmunóloga, tenemos tres hijos: Santiago que es Ingeniero en Computación, Andrés que está preparando su tesis para recibirse también de Ingeniero en Computación, e Isabel que está estudiando Psicología. Es gracias a ellos y al ejemplo que recibí de mis padres y hermano que siento que puedo seguir haciendo cosas. No es posible emprender ningún tipo de proyecto comercial o social si no se tiene, entre otras cosas, el apoyo de la familia y de los amigos, en ese sentido me siento privilegiado al tener el respaldo de las personas que más me importan.
En el futuro, si la biología me lo permite, pretendo seguir colaborando desde el lugar que me asignen, con las dos instituciones que están en un rinconcito de mi corazón: AEGU y el Hogar Español. Desde el punto de vista empresarial y si mis socios así lo deciden, voy a seguir gestionando alguna de las empresas donde más que socios tengo verdaderos amigos, todos pertenecientes a AEGU. Un abrazo a todos
O Resumo Edición Nº 301 - 14 de Octubre de 2017
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