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Deiner Farias "En momentos de crisis, están los que lloran y los que venden pañuelos."

Sin duda soy de los que vende pañuelos


Deiner Faria, Veterinario, hombre de campo que se reconvirtió en emprendedor buscando "ganar independencia y manejar sus horarios y sus tiempos, trabajar en lo que les gusta y hacerlo desde donde quieren."



Hola, soy Deiner Farias, y agradezco a AEGU por invitarme a contar un poco de mi historia, lo cual me resulta un gran desafío… ¿por dónde empiezo?... ¿que comparto?, tantas cosas, por dónde empezar...


Empecemos por lo básico, nací en Melo, Cerro Largo el 3 de mayo del 73, con un nuevo período del país, que marcó mi infancia y mi desarrollo, ya que fue una época muy reglada y que, en mi ciudad, la vivimos de forma muy tranquila y en mi entorno prácticamente sin sobresaltos. Mi familia puede decirse que normal, mis dos padres que nacieron y se criaron en campaña y se fueron a vivir y trabajar en la ciudad. La familia de mi padre eran 4 hermanos varones Deiner, Deiver, Deiser, Deimer, y de ahí viene mi nombre, por ocurrencia de la abuela y herencia. Mi madre eran 5 hermanas y solo éramos 4 primos, mi hermano, dos primas y yo. Mi hermano y una prima se fueron muy temprano, de una familia que se podría decir numerosa, muy matriarcal, quedamos solo 2. Mis padres eran bastante humildes, tanto que como no tenían con quien dejarme cuando se iban a trabajar, me crie con una de mis tías y como era el sobrino más grande, siempre fui “mimado” y acompañaba a las otras tías.



Eran todos gente rural, que se criaron haciendo cosas del campo, “busca vida”. En casa se producía y se vendía desde los boñatos y zapallos de campaña hasta los huevos de las gallinas que teníamos en la quinta del pueblo. Creo que mi primer emprendimiento fue cuando tenía 10 u 11 años, criaba conejos, tenía un buen sistema armado, teníamos un señor que los alimentaba, yo los cuidaba y cruzaba y como tenía vergüenza mi hermano vendía los gazapos en la feria vecinal.


Desde que tenía 3 años, creo que apenas tenía uso de razón, veía cuando iba el veterinario a la casa de la tía en campaña a vacunar el ganado, se me puso en la cabeza ser veterinario, y se transformó creo que en un capricho que marcó muchas de mis decisiones posteriores.Llegué entonces a Montevideo en 1991 y estudié hasta que finalmente lo logré y tengo la chapa colgada en la pared. Mientras estudiaba trabajé en todas las áreas posibles de la veterinaria, desde dar clases en varias materias, administrar un campo y trabajar en una veterinaria de pequeños animales, sin embargo no fue hasta cuando me recibí, que prácticamente descubrí que no era mi vocación.

Durante esa época, tuve también mis primeros emprendimientos. Uno era una venta de raciones para mascotas por internet. Nos fue bastante bien, trabajábamos con una ración que se traía de Argentina, pero llegó la aftosa a Uruguay y se nos cayó el negocio. Siempre me atrajo la informática y dentro de mis competencias soy webmaster, aunque no me atrae tampoco mucho.


Emprendí también como veterinario a domicilio, que funcionó bien pero que finalmente, fue cuando comencé mi MBA (Master en Dirección de Empresas) en 2005 que se produce un cambio en mi hacia las ciencias empresariales y como tesis comencé mi segundo emprendimiento serio y que me diera de comer por varios años. UY Libros, era una pequeña “Amazon” uruguaya. Vendíamos muchos libros tanto en Uruguay como el Exterior, tenía varias personas trabajando en distintas tareas, pero luego llegó la caída del mercado del libro sumado a que Google nos fue sacando poco a poco del mercado y tuve que bajar la cortina.



Por ese entonces surgen mis años de consultor, donde comencé en Fundasol y trabajé para varias instituciones del rubro, tipo INEFOP; INACOP, BID y PNUD entre otras y, comencé también a dictar Emprendedurismo e Innovación en UCUDAL, también Fundamentos de Gestión, Consultoría social y varias asignaturas más. En el medio tuve algunas aventuras rurales como producir soja y criar ganado con un vecino, un paso fugaz por el trading, cosas que no llegaron a buen puerto y llegamos hasta esta última fase de mi vida, que comenzó por 2017, donde me di cuenta que trabajaba de la mañana a la noche, me despertaba a las 6 y me acostaba a las 23. Mi día era levantarme, preparar el mate, como buen uruguayo, desayunar e irme al primer trabajo 45 minutos antes para conseguir una plaza para estacionar. Ahí ejercía mi gran pasión de enseñar hasta el mediodía, momento en el cual me iba al otro trabajo como coordinador de la FCPU, donde desarrollaba mi otra gran pasión que es servir y ayudar a la gente a tener una vida mejor.



A finales del año 2017 decidí empezar el cambio de rumbo, por un lado, quería especializarme en inglés y dedicar más tiempo a un proyecto que me habían ofrecido, con el cual esperábamos tener un gran impacto social. En setiembre, renuncié a mi trabajo de coordinador, preparé la transición con mi sucesor, un político sumamente capacitado y de mucha influencia, aproveché las vacaciones de la educación y me fui a Australia por 2 meses a hacer un curso de inglés por inmersión. De esto realmente puedo decir dos cosas, Australia es un hermoso país y mi inglés mejoró muy poco.

Volví en febrero, y en la universidad que trabajaba hubo cambio de autoridades y cambió completamente la línea de dirección, el proyecto al que yo pensaba dedicarle mi tiempo, así como varias de las asignaturas de impacto social que dirigía, prácticamente se esfumaron. Me sentía frustrado y perdido, buscando afuera respuestas, que nunca encontré.


Bueno, “no hay mal que por bien no venga” dicen, ya que pude tener tiempo para mi vida y enfocarme en la innovación de mi carrera profesional. Precisamente 2018 fue un año de pérdidas y de incertidumbres, por lo que a final del mismo me decidí a hacer un nuevo viaje y conocer otra parte del mundo, y así incrementar mi experiencia y ayudar a las personas. Me fui a Sudáfrica, un país lleno de contrastes, me tiré del “bungy jumping” desde el puente más alto del mundo (216 metros de caída), conocí la Savannah Sudafricana y sus animales salvajes, el lujo de Ciudad del Cabo y la pobreza de Johannesburgo y Pretoria, donde hice un voluntariado en Jesuit Refugee Services (JRS). Ahí trabajé con un equipo hermoso de gente que ayuda a personas refugiadas en temas de trabajo, educación y pastoral. Sudáfrica es el país de África que tiene mayor número de refugiados, pero no en campos a tales fines, sino inmersos en las propias ciudades. Conocí gente que realmente la pasa mal en muchos de los aspectos de su vida. En Johannesburgo, con mis conocimientos y experiencia en emprendedurismo, gestión y proyectos, pude dar una mano grande.



A la vuelta de mi "aventura humanitaria", 2019 fue un año aún más crítico desde el punto de vista profesional, y cada vez fui quedando más relegado frente a las nuevas generaciones. Con 46 años y pensando que mi carrera profesional y académica me iba a permitir desarrollarme, hacer lo que me gustaba y ayudar a la gente, realmente se vino abajo. Así fue que, a mediados de 2019, me habían retirado más horas, prácticamente no tenía trabajo y me fui a España a hacer el Camino de Santiago y tratar de encontrarme conmigo mismo y con el Apóstol. Caminé más de 300 km (que literalmente me destrozó los pies), y recibí un gran proceso de aprendizaje interior fruto del propio camino que me ayudo a ver las cosas más simples.


En la Universidad la cosa siguió como venía, cada vez más en picada, hasta que a finales de 2019 me llamaron para decirme que, por caída de la matrícula, no iban a contar conmigo en otra de las asignaturas para las que me habían contratado y que, me quedaba con algunas otras, pasando al entorno del 10% de las horas de clase que tenía inicialmente, lo que prácticamente no daba para vivir y tampoco me llevaba a mi sueño, ni a mi propósito. Con muchísimo dolor y sueños rotos, tomé la decisión de tomar un año sabático y explorar nuevas oportunidades.


A fines del 2019 me fui a seguir conociendo Europa, fui a Portugal, a buscar mis raíces, a visitar los castros y el Castillo de Faria, que estaban tan en ruina y abandonado como mi vida. Hermoso el país del Gallo de Barcelós, el cual disfruté prácticamente libre, ya sin dependencias, con muchas ideas de nuevos proyectos, pero con la mente aun confusa.

Antes de irme de viaje me surgió un trabajo en un proyecto para PNUD, relacionado con medio ambiente y como facilitador del proceso de planificación estratégica. Esto me hizo volver a mitad de mis vacaciones nómadas, a trabajar por dos meses y volver a mi aventura. Así a principios de marzo volvía a Europa, mi idea era ir a Italia, pero ya se habían cerrado las fronteras, por lo que me quedé en España, luego de 4 días de turismo, con las ciudades, los castillos y las ciudades amuralladas para mí solo. Era fines de invierno y comienzo de primavera. Pero entre el 10 y el 16 de marzo la situación producto del coronavirus se estaba agravando, llegando a la cuarentena total el 15 de marzo. Me agarró en Combarro, un pueblito pescador de Pontevedra, Galicia, en un hostal al lado de la ría.


Estuve "cuarenteneado" por 45 días. El lugar es hermoso, todos los días veía una postal distinta desde mi ventana. Un día me levanto y al desayunar veo una nota en "La Voz de Galicia" que decía: "¿Cómo se puede encontrar la cara positiva al confinamiento? Podemos utilizar este momento para conectar con nosotros mismos o con nuestros seres queridos, para hacer un acercamiento positivo, para aprender algo nuevo, para cuidarnos… Cada uno debe ir viendo que es los que le ayuda a estar bien. Hay que entender que esto es algo que va a pasar, que es algo temporal y eso a nuestra mente tranquiliza."


Había llevado un gran libro de gestión empresarial, pero con un enfoque humanista, que escribió quien a la postre es mi mentor, Andrés Lalane y, con quien tenemos muy agradables sesiones quincenales de una hora. Mi cabeza empezó con su creatividad, más que sobrarme el tiempo me faltaba, decidí probar todos los negocios que existían por internet de ingresos pasivos, de info-productos, publicidad y otros y realmente aprendí mucho.


Pero también fue tiempo de finalmente encontrarme conmigo, mis valores, mis características personales, las que validé luego con la gente que me conocía en los distintos aspectos de la vida, identificando como mis principales valores:

- Libertad e independencia. Me molesta la falta de libertad para crear, la rutina y la burocracia.

- Cambio para ir a más. Salir de la zona de confort aunque haya que pagar el precio es la única forma de crecer.

- Responsabilidad. Asumir tareas de forma proactiva.

- Esfuerzo. Siempre dar un poquito más, aunque cueste.

- Solidaridad. Vivimos por y para otros.


Luego y después de escribir varios e-books, aprendizajes, reflexión y discernimiento, tocó volver, en un vuelo de repatriados el 29 de abril de 2020, a mi querido Uruguay, el cual parecía de otro planeta, donde había aislamiento social voluntario, donde gente se movía libremente, pero con responsabilidad, donde el cuidado está presente pero no el pánico, ni el desorden, con una muy baja taza de infectados por COVID 19, mostrando una vez más que otra realidad se puede.


El mundo no paró, sigue, pero es un mundo distinto, un mundo que ha sido afectado por factores como la globalización, la robótica y la pandemia, donde las cosas ya no se hacen como antes. Mi vida tampoco paró, logré emprender en digital, logré transformarme en un profesional del Siglo XXI, Para ello, junto a un ex-alumno y hoy socio, creamos Tips Empresariales, una de las primeras consultoras empresariales 100% online, a través de la cual llegamos a todo Iberoamérica, en la cual apoyamos a hombres y mujeres a tejer redes, lanzar y gestionar sus negocios, a actualizarse con el fin de mantenerse competitivos, CREAR sus propios negocios digitales, LOGRAR mayor independencia, GENERAR ingresos suficientes que les permitan VIVIR dignamente la vida que deseen.


Logramos integrar un staff de más de 30 profesionales reconocidos de distintos lugrares de Iberoamérica, trabajo desde mi casa o desde cualquier lugar a través de Internet, dando charlas y atendiendo emprendedores y empresarios que necesitan de mis experiencias y conocimientos, formando consultores. Tengo un proyecto ecológico-social, “TimberPlas”, entre otros proyectos con el cual hacemos muebles a partir de productos derivados de símil madera plástica hecha a partir de plástico reciclado.

Pero en este “camino”, me he dado cuenta de que hay muchos profesionales, técnicos, facilitadores, educadores que están en la misma situación que yo estaba, que quieren actualizarse, ingresar al mercado digital, lograr nuevos clientes, ganar independencia y manejar sus horarios y sus tiempos, trabajar en lo que les gusta y hacerlo desde donde quieren.


Nada de esto hubiera ocurrido en mi vida en tan poco tiempo, si no hubiese tenido la actitud, el parar a discernir y tomar la decisión de afrontar mis miedos, de tomar las riendas de mi futuro profesional y reinventarme alrededor de mis grandes talentos.

Todos los años tengo una frase nueva, que me motiva y me mueve, la del 2020 fue, "Mejor hecho que perfecto", la del 2021 "En momentos de crisis, están los que lloran y los que venden pañuelos.". Sin duda soy de los que vende pañuelos.


Si yo lo he logrado, creo que otros pueden y, si se dan cuenta, sin sufrir tanto como yo lo he hecho, porque yo apenas tuve apoyo en esta aventura y en AEGU tenemos una gran cantidad de compañeros que han vivido experiencias similares.


Para terminar, decir que la vida sigue, que la pandemia paró mi año sabático pero me ayudó a reinventarme y desarrollar el negocio que depende de mí talento y que va en mi mochila y, que ya estoy pronto para volver al camino, y si Dios quiere en agosto retomo mi viaje, en el lugar que lo dejé, ¡la hermosa Galicia!


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