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El capital humano, la baza de Galicia para atraer inversión extranjera

La pandemia ha frenado, aún más, la llegada de capital industrial foráneo a una comunidad con varios talones de Aquiles, pero también con atractivos potenciales por los que apostar en la era poscovid


En el ámbito turístico avanza posiciones, pero en el industrial a Galicia le cuesta venderse. Su localización, el buen hacer de Portugal, las deficientes líneas para el transporte de mercancías por tierra y el efecto sede de Madrid difuminan la visibilidad de una comunidad donde las inversiones extranjeras son apenas el 1 % de las que absorbe el Estado, un peso menor al de otras variables macroeconómicas como el PIB. Ahora, la crisis del covid pone sobre la mesa nuevas reglas y un escenario a explorar. ¿Sabrá Galicia ganar atractivo?


La industria gallega se sustenta en más de un 90 % en empresas familiares y la presencia de multinacionales como Citroën es una rareza. Pero, hay que distinguir dos tipos de inversiones extranjeras. Las puramente financieras y las directas, que se vinculan con la actividad productiva y repercuten en el desarrollo económico. Laboralmente, las que más interesan son las segundas. «La adquisición de sociedades ya existentes supone un mero cambio en el accionariado, aunque se detectan inversiones que suponen una ampliación de la capacidad productiva. Galicia dispone de sociedades golosas para el capital foráneo», explica Juan José Ares, profesor de Análisis Económico en la USC. Mientras, «las inversiones en nuevas instalaciones son escasas y puntuales, las grandes ausentes, como en otras comunidades», admite.


2019 de récord y 2020 de caída

«La magnífica red de comunicaciones de Madrid o la ubicación privilegiada de Cataluña contribuyen a que ambas concentren la inversión extranjera. En el 2019, Madrid acaparó el 61%; Cataluña, el 14 % y la siguiente, Castilla y León, el 8 %, excluidas aquí las operaciones solo financieras», destaca Isabel Novo Corti, del Foro Económico de Galicia y catedrática de Fundamentos del Análisis Económico en la UDC.


La pandemia pasa factura. La variación interanual respecto al mismo trimestre del 2019 de inversiones no financieras, es decir, la llegada de capital industrial, anotó unas caídas superiores al 97 %. En el conjunto de España fue del 64,2 %. Esto, después de un 2019 de récord gallego con el mayor avance en 25 años. «Se alcanzaron los 723 millones, el 3,13 % de la inversión directa española, superando los 503 del 2001», destaca Novo Corti.

Pero, hay matices. «Desde Galicia se canalizan inversiones que no se realizarán aquí. En el 2019 una cuantía no desdeñable se dirigió hacia el cemento por una multinacional brasileña vinculada a Vigo», aclara Ares.


Portugal o Irlanda apuestan por incentivos fiscales. «Son controvertidos, pues generan desigualdades. Hay que avanzar en una política industrial que facilite las instalaciones: suelo empresarial asequible y dotado de tecnología puntera y menos burocracia», cree Ares.


Pero, «la capacidad fiscal de Galicia es limitada ya que los tributos cedidos, salvo el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados, no tienen mucha incidencia en la captación de capital foráneo», apostilla Novo Corti. Crear un «entorno favorable» en lugar de competir con el norte de Portugal, que ha escogido Salamanca para su «puerto seco» es otra vía, desliza la profesora.


Desde la Xunta defienden que este mes de noviembre se lleva al Parlamento la Lei de Reactivación Económica, que reducirá tiempos, y que se han presentado 108 proyectos a los fondos covid.


«La mejora del capital humano y el aumento de las habilidades digitales redundarían en aumentos de productividad muy necesaria que se traducirían en costes laborales unitarios más competitivos, además de incidir en promover aquellas actividades que nos han posicionado en niveles destacados y que aportan un alto valor añadido, como las relacionadas con la moda», alega la docente de la UDC. Además, la apuesta por el I+D+i es vital, remarca. «Si Galicia pone en funcionamiento el ingenio y la capacidad de su capital humano -insiste Corti-, es posible que se encuentre una salida al estancamiento, aunque los resultados no sean visibles en un corto plazo». Ares, asiente: «Una dinámica económica positiva, en un territorio atractivo para vivir y con mano de obra cualificada, es una buena tarjeta de visita. Ello ha de ir acompañado de acciones de las administraciones públicas que ayuden a canalizar la actividad empresarial».


La atractividad territorial

En la actual fase de globalización varios fenómenos son indiscutibles: el nomadismo de las empresas y una mayor competencia entre territorios. Siguiendo esta lógica no hacemos más que insistir en la necesidad de mostrar con claridad las ventajas genéricas y específicas de un territorio para seducir, captar y promover la atracción de personas, ideas, capitales y proyectos. Poner en marcha una estrategia de cara a fabricar un espacio económico competitivo obliga a asumir una nueva dialéctica: identificar a la vez una capacidad de activación y, sobre todo, una de seducción.


El efecto territorio busca captar inversiones; generar empleo; y responder a los nuevos servicios que demanda la sociedad. Si no somos capaces de captar inversión extranjera es porque no hemos desarrollado la capacidad de anticipación, de decisión, de producción y de inserción.


En la medida que un territorio es una ventaja comparativa y relativa frente al exterior; o dicho de otra manera, el reconocimiento interno para los de dentro frente a los de afuera, Galicia no muestra, en los momentos actuales, ni una capacidad de anticiparse a las nuevas fases de globalización asimétrica, ni tampoco los datos económicos revelan alzas ostensibles en lo que atañe a la inversión foránea o a la afluencia de personas. Esto es, no se dibuja un panorama de atracción o seducción territorial.


La pregunta, por tanto, es el por qué. A mi juicio, en primer término, porque no tenemos desarrollado un modelo que incida en la calidad territorial; y, en segundo lugar, porque no hemos sabido yuxtaponer una óptima combinación de los recursos genéricos y los recursos específicos. Por los primeros, podemos desarrollar e incorporar todos los avances posibles y asimilables, pues solo se requiere una adaptación de los mismos en la medida que son transables y objeto de comercialización; en tanto que, por los recursos específicos, que solo están disponibles en zonas concretas y que no son transables, serían los que nos permitirían dotarnos de ventajas claras y diferenciadas frente a los demás, incorporando un valor añadido propio y una valorización individual distinta.


Galicia puede y debe fabricar un espacio de calidad territorial, imprescindible para ser competitivo y diferenciado. Pero, para ello, tendrá que definir un modelo, sustitutivo del actual, a fin de evitar tanto la huida de los capitales como la fuga del talento personal. ¿En qué medida?. Pues reseteando el pensamiento. Hasta el momento, han predominado las actividades tradicionales basadas en los costes de trabajo y en la accesibilidad a las materias primas; y, en ese contexto, los propios agentes institucionales y económicos se daban por contentos. Ahora, las referencias internacionales hacen mención de productos y servicios heterogéneos y de carácter multiforme que reflejan y conforman nuevas jerarquías espaciales. Juguemos, pues, a reaccionar diferenciadamente y a subrayar un distinto savoir-faire en el proceso de reconstrucción.

Fernando González Laxe. Catedrático de Economía Aplicada. Universidade da Coruña.



O Resumo Edición Nº 439 - 13 de Noviembre de 2020

Fuente: lavozdegalicia.es 13.11.2020

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