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JOSÉ MANUEL LOPEZ FARALDO

Escritor, periodista, fotógrafo premiado, gran colaborador de AEGU


De la comarca de Betanzos a sembrar letras en Montevideo

Manuel José es Hijo de una sirvienta gallega, Leonor Faraldo Martínez,  y de un camionero gallego, Manuel José López Castro, que nació en abril de 1962 en la capital uruguaya y hoy está planificando su retiro laboral de Montevideo. Una vez antes de dar una conferencia, me preguntaron cómo me presentaban,  les dije que lo hicieran como el “hijo de una sirvienta y un camionero gallegos”. No les gustó mucho, pero si algo herede de mis padres gallegos fue que la honestidad es la mejor presentación que ningún título universitario puede superar.

Mi madre vino a Montevideo desde su aldea natal, Gulfar, del municipio de Irixoa en 1956, el mismo año que mi padre lo hacía de la aldea de Vilamateu, en el municipio de Vilarmaior. Ambos de la comarca de Betanzos, pero nunca se habían conocido por los diez años que les separaba, a pesar de frecuentar las mismas fiestas, y los barcos en que viajaron eran distintos, por lo que recién fueron presentados en la casa de otro gallego en el barrio del Cordón, casualmente frente a donde mi abuelo paterno había trabajado allá por 1915 como herrero de los tranvías a caballo que circulaban en la capital. Mis padres tuvieron la suerte de contar con patrones honestos y solidarios, que a diferencia de lo que le ocurrió a muchos gallegos que hasta fueron explotados por sus compatriotas, les dieron una mano como si los hubieran conocido toda la vida. A mamá, su patrón terminó siendo padrino de su boda y de mi bautizo, además de pagarle el BPS y aportarle más años para que pudiera jubilarse cuando le correspondiera. A papá, su patrón un emigrante ruso, le vendió el camión que conducía a pagarlo como pudiera, y sin ningún tipo de garantía. En aquella época como en la que yo entré a trabajar en el Banco Real, hace 38 años atrás, la palabra era el mejor vale entre honestos hombres y mujeres.


Ser hijo de emigrantes

Aquellos gallegos, única familia que tenía en estas tierras del Plata, salvo un par de primos y una prima de papá, y dos tíos de mi mamá, fueron formando al “cativiño” que desde pequeño escuchó en su casa la lengua gallega como su “lingua de berce”, pero que poco a poco fue descubriendo que las noticias trágicas provenían de Galicia, cuando cada tres meses nos enterábamos de la muerta de la única abuela que me quedaba con vida, de tías, en fin, la emigración en el tercer cuarto del siglo pasado era menos dura que en otros años, pero para mis padres fue tan dura que solo mi madre logró volver a ver a su familia y estar tres meses allá, donde yo podría ir cinco años después.

Ser hijo de padres viejos y emigrantes, tiene su desventaja que es como me pasó a mi que con quince años ya había perdido a mi padre y con 16 ya estaba trabajando luego de hacer un curso de administración de empresas en la UTU. Pero también nos da la ventaja de crearnos una familia en la emigración con amigos que pasan a ser tíos y primos, con los que cobijamos nuestras penurias.

Así fue como comencé a trabajar primero en una mutualista y dos años más tarde, con 18 años empecé a trabajar en el Banco Real, donde además de forjar mis valores de solidaridad y defensa del trabajador como dirigente bancario, también empecé a estudiar periodismo en la Escuela de Comunicación de la UTU.


La carrera duraba dos años y la terminé en 1987, para en 1989 comenzar luego de ser corresponsal del diario brasileño “A Opiniáo Pública” a trabajar en el vespertino montevideano “El Diario”, al tiempo que también era profesor de Publicidad y Relaciones Públicas en la escuela de periodismo de la UTU.

Quizás la pasión por la prensa surgió cuando como estudiante me encargué de la dirección de la publicación curricular de la UTU de Periodismo, “Primera Plana”, la hicimos por primera vez en conjunto con los compañeros de la escuela de Artes Gráficas, y gracias a la generosidad del diario “El Día”, pude sacar de la rotativa el periódico aún con la tinta fresca.

Para los que vivimos aquella época de las grandes redacciones, los que aprendimos en ellas y en los boliches nocturnos, la profesión de periodista tiene un significado especial y en particular los que nos comunicamos escribiendo, aún sentimos aquel olor a tinta y los dedos manchados, y hoy lo soñamos cada vez que miramos en la web nuestras notas.

Luego de la etapa de diez años en “El Diario”, fui director de la empresa Comunicaciones SLS, donde organizamos eventos deportivos por dos años, para luego comenzar mi etapa radial como director del programa “Zona Peligrosa” en CX 28 Radio Imparcial.

Galicia a miña terra

En esos años también participe del proyecto “Semanario Martes”, del que fui editor de la sección “España en el Corazón”, para una vez terminado el mismo en el 2001 comenzar como corresponsal en Uruguay del periódico “España Exterior”, del que éste año celebramos sus veinte años de existencia siendo la única publicación española que se dedica al colectivo español de la diáspora que tiene corresponsal en Montevideo. Me toco hacerle un reportaje a José Romariz cuando era presidente de AEGU, y allí me convenció para integrarme a este colectivo gallego de empresarios y profesionales, donde sería uno de los pocos periodistas profesionales asociado. Si bien el periodismo escrito fue, y lo sigue siendo mi fuerte como profesional, también la docencia en la UTU y como codirector del “Instituto Integral de Periodismo” posteriormente, fueron forjando aquella impronta para en la actualidad aún ser asesor de comunicación para empresas y políticos, tras haber dejado la docencia.

Pero volviendo a Romariz y sus consejos, fue que pude llevar adelante un anhelado proyecto que luego vincularía a AEGU con Durazno, con aquellos primeros negocios colectivos de los empresarios gallegos en las épocas de desesperanza del Uruguay de éste siglo.

Allí, en el este del departamento de Durazno, logré junto al maestro Elman Sánchez Galarza, detener la caída inexorable de la construcción española más antigua en uso en el interior, la conocida como Capilla de Farruco, que no era nada más y nada menos que un cuartel levantando por el capitán pontevedrés Francisco Rodríguez Alonso en 1879, y donde seguramente se le expidió el salvo conducto a José Artigas para que dejara su vida de delincuente y se enrolara en el Cuerpo de Blandengues. Esa historia fue escrita en el libro de mi autoría, “Aquellas piedras, la Capilla del Gallego Farruco”, que fue reconocido como de interés estudiantil por el CODICEN y de interés ministerial por el MEC.

Trascurría el año 2000 y para el 2001comenzaba a recorrer el país la muestra de artes plásticas “Farruco, el grito de las calladas piedras”, del que fui curador, donde además de las obras de artesanos duraznenses que mostraban la construcción, también se proyectaba el primer documental sobre éste lugar declarado patrimonio histórico del Uruguay, que con la fotografía de José Silvar Amado e información del maestro Sánchez, bajo mi dirección y guión, elaboramos en julio del 2000. En marzo de ese año se realizó por primera vez la Romería Internacional Capilla de Farruco, idea propia y co-organizada con la Intendencia de Durazno. En esta fiesta donde llegaron dos mil romeros de todo el país,  los empresarios gallegos prepararon los pimientos de Padrón, os que pican e os que non, y la tradicional queimada, que todos probaron gustosamente.

Podría agregar sobre mi algunos premios de fotografías recibidos por el Ministerio de Educación y Cultura uruguaya, la Embajada de España y la Agencia Española de Cooperación Internacional, o el más reciente la investigación que devino en una exposición sobre el origen y los lazos vascos del pueblo de la paz brasileña como lo es Dom Pedrito, pero creo que todos debemos dejar un mensaje en nuestro pasaje productivo.


Y aquí no quiero más que agradecer a todos los empresarios y las empresarias que vinieron de Galicia, a sus descendientes como es mi caso, que también emprendieron la vida profesional en esta tierra uruguaya, porque de ellos he aprendido que todas las cuestas se terminan de subir si uno no desiste. Porque de ellos aprendí que la solidaridad es un bien escaso pero que aún existe gente solidaria que aporta dinero o tiempo que no le sobra para ayudar a otro paisano que puede estar internado en el Hogar Español sin familia o teniéndola sin que le echen una mano. Porque de ellos hoy disfrutamos dos mutualistas imponentes donde miles de gallegos han dejado éste mundo dignamente y otros tantos han nacido en ellas, como lo son la Española y Casa de Galicia.

Y podría seguir agradeciendo, pero hoy tengo que hacerme un mea culpa, sería muy hipócrita si hoy no les dijera que la colectividad gallega se está apagando, que el colectivo gallego tiende a desaparecer en Uruguay. La multiplicidad de esfuerzos por mantener muchos centros y la incapacidad que tenemos todos de acercar a los más jóvenes, son dos razones poderosas para que poco a poco el colectivo extranjero más numeroso y potente en Uruguay, sea el menos presente y poderoso como tal.

Pero seguramente la gran causa sea que los que cuentan y hacen conocer a la opinión pública lo que hace el colectivo gallego han desaparecido: ya no existe una publicación escrita impresa que se edite en Uruguay, tampoco existe un programa radial periodístico que divulgue lo que es el colectivo gallego, salvo la audición del Patronato da Cultura Galega, que lamentablemente no tiene un trabajo periodístico dedicado a la actualidad del colectivo gallego, porque tampoco tiene a profesionales trabajando en él. Lo mismo ha ocurrido con el programa televisivo que tenía el colectivo español.

En definitiva, un colectivo que tiene la suficiente fuerza económica y de auditorio para tener una publicación periodística de calidad escrita o en la web, un programa radial y otro audiovisual, para que no solamente muestre las comidas y bailes de los dos mil gallegos socios de los clubes, sino también las empresas que esos gallegos han creado, los pueblos del interior que se sostienen gracias a las inversiones de empresarios gallegos, las instituciones que fermentaron la solidaridad de los gallegos con sus paisanos pero que hoy abarca a todos los pobladores uruguayos.

Por ello, creo que todos los empresarios gallegos nos debemos una reflexión al respecto, para determinar si continuaremos hundiendo en la oscuridad al colectivo gallego de Uruguay o si apoyaremos proyectos que permitan descubrir a la opinión pública lo que hicieron, hacen y harán los gallegos y las gallegas, emigrantes y sus descendientes en éste país.


O Resumo Edición Nº 312 - 29 de Diciembre de 2017

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