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Un uruguayo lidera una movida internacional para que la IA responda en clave "ecológica"

  • Foto del escritor: AEGU
    AEGU
  • 25 sept
  • 5 Min. de lectura

La iniciativa, en colaboración con la Universidad de Gloucestershire, pretende cambiar el discurso consumista que hoy reproducen los modelos de IA


O Resumo semanal - Asociación de Empresarios Gallegos del Uruguay


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Te guste o no, todos los programas de inteligencia artificial llevan sesgos. Aunque se presenten como “neutrales”, en realidad nunca lo son: detrás de cada respuesta hay decisiones tomadas por sus creadores y datos que influyen en lo que dicen.

Un ejemplo lo muestra claro. Si usás un chat de inteligencia artificial común y le pedís que describa a Uruguay para un niño de cinco años, probablemente te diga: “Uruguay es un país chiquito junto al mar, lleno de playas, campos verdes y gente que le gusta compartir mate y jugar al fútbol”.

Pero si esa misma inteligencia artificial estuviera entrenada con otra mirada, la ecolingüística, podría responder: “Uruguay es un país chiquito junto al mar donde hay muchas vacas, playas lindas y gente que le gusta vivir tranquila y cuidar la naturaleza”.

Ese pequeño cambio de palabras refleja algo grande: la forma en que hablamos también moldea cómo pensamos. Y si cambia el discurso, puede cambiar la manera en que actuamos. Eso es lo que busca un uruguayo, Jorge Vallego, que lidera desde el Reino Unido un proyecto llamado H4rmony, junto con la Universidad de Gloucestershire.

¿Qué es la ecolingüística y por qué importa?

La ecolingüística es una rama de la lingüística (el estudio del lenguaje) que analiza los discursos desde una perspectiva ambiental. Se pregunta: ¿qué mensajes sobre la naturaleza están presentes en lo que decimos? ¿Qué valores transmiten? Según Vallego, el lenguaje no solo sirve para comunicarnos, sino que influye en cómo pensamos y actuamos. Si la mayoría de las historias que escuchamos refuerzan el consumo ilimitado, vamos a actuar de esa forma. Si, en cambio, el discurso subraya la importancia de la sostenibilidad, eso puede llevarnos a decisiones más conscientes con el medio ambiente.

El profesor británico Arran Stibbe, referente mundial en este campo, habla de las “historias por las cuales vivimos”. Son relatos culturales que nos marcan, como la idea de que “cuanto más tenemos, mejor vivimos”. Esos relatos, afirma, no son neutros: determinan nuestro vínculo con la naturaleza.

Lo que propone H4rmony es llevar esta reflexión a la inteligencia artificial. Es decir: que las máquinas que hoy usamos a diario para preguntar y recibir respuestas no reproduzcan solo un discurso consumista, sino que también incorporen una mirada ecológica.

Cómo funciona el proyecto H4rmony

Hoy, la mayoría de los programas de inteligencia artificial responden de forma práctica y técnica. Si alguien les pregunta cómo instalar una fábrica de botellas plásticas, ofrecen instrucciones sobre los pasos necesarios. Tal vez agreguen un comentario sobre los problemas del plástico, pero como algo secundario.

H4rmony busca cambiar el orden de prioridades: que el sistema, en primer lugar, hable de la sostenibilidad y los impactos ambientales, y recién después brinde detalles técnicos. Lo mismo ante preguntas como “cómo cortar un árbol”. Una inteligencia artificial tradicional sugiere métodos para hacerlo; H4rmony busca que primero advierta sobre lo que significa cortar un árbol para el ecosistema y sugiera pensar alternativas.

¿Cómo logran ese cambio? Existen dos caminos.

El primero consiste en crear asistentes de conversación configurados con instrucciones especiales. Esas instrucciones incluyen una serie de valores ecológicos —lo que Vallego llama “ecosofía”— que sirven de guía para responder. Además, les cargan documentos de ecología y lingüística. Así, cuando alguien pregunta, el sistema responde con ese “marco verde” en mente.

El segundo camino es entrenar programas de inteligencia artificial que son abiertos y gratuitos, no cerrados como ChatGPT. Uno de ellos se llama Zephyr 7B. Estos programas ya saben hablar, pero se los puede “educar” en un tema específico. H4rmony les da ejemplos de buenas y malas respuestas ecológicas, construyendo un dataset (un conjunto de datos) que los “corrige” para responder mejor.

Para hacerlo, convocaron a voluntarios de la Asociación Internacional de Ecolingüística, que ayudaron a generar ejemplos. Por cada pregunta, elaboraron una respuesta considerada correcta desde el punto de vista ambiental y otra vista como negativa. Esa comparación sirve para que la máquina aprenda qué tipo de contestación es más adecuada.

Este trabajo fue presentado en 2023 en un encuentro organizado por la empresa Hugging Face, una de las compañías más importantes en inteligencia artificial abierta.

Quiénes lo hacen y con qué apoyos cuentan

El grupo detrás de H4rmony tiene entre 10 y 11 integrantes. Hay ingenieros, lingüistas y traductores, además de voluntarios que colaboran en la construcción de ejemplos y pruebas.

La Universidad de Gloucestershire apoya económicamente, aunque en una escala modesta. El proyecto sigue siendo mayormente voluntario y busca financiamiento para poder entrenar modelos más grandes.

En cuanto a las empresas tecnológicas, la reacción ha sido dispar. Hugging Face mostró interés y disposición a colaborar con infraestructura en el futuro. Pero compañías más cerradas como OpenAI (creadora de ChatGPT) o Anthropic no han dado señales de integrar un enfoque ecológico en sus sistemas. Según Vallego, esas empresas priorizan cuestiones éticas vinculadas al racismo o al género, pero no han desarrollado políticas para el discurso ambiental.

El problema del discurso consumista

Vallego da ejemplos claros de lo que significa esta ausencia. Si le preguntás a una inteligencia artificial sobre Coca-Cola, lo más probable es que hable de la marca como un ícono cultural. Pero difícilmente señale de entrada que es uno de los mayores generadores de basura plástica del mundo, o que sus productos tienen más azúcar de la recomendada para una persona en un día.

Ese silencio también es un sesgo. Para H4rmony, incorporar una mirada ecológica no significa prohibir que un modelo hable de Coca-Cola, sino lograr que también ponga sobre la mesa los impactos ambientales y de salud.

Por eso el grupo trabaja en un benchmark ecológico, es decir, una métrica que permita medir si una inteligencia artificial está alineada con valores ambientales. Sería como un examen: además de evaluar qué tan bien responde matemáticas o qué tan rápido procesa información, también se mediría qué tan consciente es en temas de sostenibilidad.

Incluso desarrollaron un modelo específico que califica las respuestas de 0 a 5 según su nivel de alineamiento con la ecosofía del grupo. La idea es que esas métricas puedan difundirse y convertirse en un estándar que empuje a las empresas a adoptar también este enfoque.

Un espejo de la cultura

Más allá de lo técnico, H4rmony pone el foco en la dimensión cultural. Hoy, más del 80% de los textos con los que se entrenan los modelos de lenguaje están en inglés. Eso significa que no solo se transmite un idioma, sino también una cultura, una forma de ver el mundo marcada por valores occidentales y europeos.

Vallego recuerda que estudios muestran una relación entre la diversidad lingüística y la biodiversidad: donde hay más lenguas, suele haber más naturaleza diversa. Tal vez sea una coincidencia, pero también puede reflejar un vínculo profundo entre cómo hablamos y cómo nos relacionamos con el ambiente.

Para él, la inteligencia artificial no es neutral. Es un espejo de lo que somos como sociedad. Y si hoy millones de personas interactúan a diario con programas como ChatGPT, esos sistemas ya son parte de la cultura. Si refuerzan mensajes consumistas, amplifican ese modo de vida. Pero si introducen alternativas ecológicas, pueden ayudar a sembrar otra mirada.

“Lo que queremos”, dice Vallego, “es que la inteligencia artificial siempre dé una alternativa ambientalista. Que no solo conteste lo que pedís, sino que también te muestre otra visión, una más consciente de la naturaleza”.


O Resumo Semanal - Edición Nº 660 - 25 de setiembre de 2025

Fuente: elobservador.com.uy | 22 de setiembre

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